Lo más importante de un campamento no son las aventuras que viven los niños, sino cómo los desafíos, privaciones y fatiga calculados estimulan su maduración física y emocional. Igual efecto deberían tener las crisis sobre el ser colectivo, sin embargo, siempre aparece un «amortiguador social» que nos evita el trabajo de crecer: el Estado resguarda a toda costa nuestra comodidad.