20191226

¿Qué aporta la práctica del tiro al blanco a la formación integral de los jóvenes?


Tengo un rifle de aire calibre 4.5 desde que cumplí 13 años, sin embargo, fue hasta los 42 que empecé a usarlo con disciplina y propósito, cuando me vi parado frente a un blanco de papel y con la responsabilidad de instruir a un grupo de jóvenes en el uso y cuidado del arma, así como (hasta donde alcanzaba mi ignorancia ilustrada) en la manera de meter diez diábolos en la diana. Expongo aquí lo que he aprendido desde entonces, y con certeza afirmo que abarca mucho más de lo imaginado. 


¿Pasatiempo, ejercicio o deporte?

Parece obvio, pero no lo es. Los resultados obtenidos en la práctica del tiro al blanco, así como el precio a pagar por ellos, dependen completamente de la dedicación que se decida poner.
PASATIEMPO es tomar el arma de vez en cuando, improvisar un blanco e ir al patio trasero a deshacerse de la tensión, divertirse con los amigos o pasar el tiempo ocioso en algo diferente; fantasear «sintiéndose Rambo» o un sicario que va a ejecutar al compañero fastidioso que toda la semana nos llena el buche de piedritas. 
La disciplina, técnica y equipamiento que requiere este nivel son mínimos, con tal de que se respeten las normas de seguridad y se dé algún mantenimiento al rifle, pistola, arco o resortera, que para el caso no hace diferencia. Por supuesto, los beneficios a mediano y largo plazo serán nulos, pero la satisfacción inmediata (o la catarsis) vale la pena, aunque no faltan estudios apuntando en el sentido de que esto puede derivar en psicosis y, en una de ésas, dejar de imaginar, plantarse con un arma en medio de la escuela o la oficina, y terminar en la nota roja, cuando no entre rejas o en medio de cuatro cirios.
En cambio, hablar de EJERCICIO implica la adopción voluntaria de un método; es decir, de un régimen que conduzca a un objetivo, aunque ordinariamente esto último es –paradojas de la vida– con lo que iniciamos: «quiero meter diez diábolos en la diana».
Cuando decidimos ejercitarnos, muy pronto nos damos cuenta de que improvisar un blanco e ir equis veces por semana al patio trasero no es suficiente: la puntería no mejora; la tensión, en vez de disiparse, se acumula; las cajas de parque se vacían y en la pared se multiplican las marcas de nuestra ineptitud. Entonces –si no hemos desistido– comenzamos a informarnos, descubrimos que existen técnicas de agarre y para calibrar la mira; posturas corporales, calidades de munición y de arma, etcétera; que la respiración, el pulso y hasta la mosca que pasa influyen en la trayectoria del proyectil. Si sobrevivimos a ese caudal de información, ensayaremos todo lo que leímos en los blogs y vimos en Youtube, adoptaremos lo que ayuda a mejorar los resultados y, poco a poco, estableceremos un método de perfeccionamiento. Asimismo, veremos que nuestro objetivo original nos queda chico y lo volveremos más ambicioso (diez tiros en el círculo negro; agrupar en un diámetro de centímetros...); volveremos a investigar, modificaremos nuestro método y así sucesivamente, encontrando satisfacción ya no en imaginaciones o en catarsis, sino en los resultados, que a su vez reflejan la superación de las propias capacidades y límites.
Una vez en plan de ejercitamiento, además de invertir una cuota fija de tiempo y dinero, descubriremos sutilezas sobre el mantenimiento del arma, la condición física y mental del tirador; quizá nos den curiosidad los reglamentos de competencia y busquemos un lugar idóneo para practicar, incluso un entrenador.
En este nivel es donde se encuentran los beneficios a mediano y largo plazo, como en cualquier otra práctica que decidimos convertir en hábito: adoptaremos una rutina de acondicionamiento músculo-esquelético y aeróbico, mejoraremos la respiración y el control del cuerpo; la disciplina fortalecerá nuestro autocontrol emocional y moral... Más adelante abundaré sobre esto.
La diferencia más importante entre el ejercicio y el DEPORTE, es que en aquél todo depende del individuo: adoptar un régimen, definir un objetivo, informarse, vencerse a sí mismo; en tanto que la práctica deportiva depende casi completamente de otros: el preparador físico, el entrenador, el nutriólogo, los pares/rivales, los jueces, los funcionarios del organismo rector y del Estado; los aficionados y patrocinadores, son quienes deciden la rutina de acondicionamiento, el horario de práctica, las técnicas, puntuaciones, alimentación, ropa, arma, parque; hasta lo que se puede decir en público, la hora de dormir, el comportamiento en la intimidad y, por poco, hasta lo que se debe pensar y creer.
No se me malentienda: quien decide dar el salto al nivel deportivo tiene sus razones, muy personales y válidas, para, en apariencia, poner todas las dimensiones de su vida en manos ajenas. Quizá su gusto por la práctica ha alcanzado un costo prohibitivo; ha encontrado el techo en su ejercicio autogestivo y requiere ayuda para alcanzar la perfección; necesita vencer a otros para satisfacerse o medir su propia capacidad; quiere dedicar sus mejores años a ganar viajes, becas y premios, o simplemente encontró su vocación.
Dije arriba que la práctica deportiva depende, en apariencia, casi completamente de otros. La realidad es que, sin el ejercitamiento personal, todos los personajes, beneficios y exigencias de la práctica deportiva o profesional, son vanos. Salvo los atletas de alto rendimiento cuando se acuartelan durante semanas o meses para preparar su participación en justas internacionales, para los mortales es indispensable continuar la práctica por nuestra cuenta, aunque ahora mediada y evaluada por el entrenador, el preparador, etcétera, pero siempre cimentada en la autodisciplina.

Pido disculpas por esta larga digresión inicial, pero es necesaria para entender «en qué andan» nuestros muchachos, sobre todo si somos de esos paterfamilias que los «avientan» a la organización juvenil para que «no estorben» y luego nos asustamos cuando nos dicen que el próximo fin de semana irán a un campeonato de tiro, aunque también podrían decir de lucha, natación, carrera, etcétera.
Los miembros del PDMU, como los de todas las organizaciones militarizadas en el mundo, y diría también de las escultas, se sitúan en el límite entre el ejercitamiento y el deporte; quiero decir, han decidido hacer algo para mejorar las diferentes dimensiones de su vida y, en sus pesquisas (o porque sus padres los metieron), han descubierto y adoptado como propio el método que ofrece nuestra institución, sometiéndose a la autoridad de mandos e instructores como mediadores y evaluadores de su progreso. Pero (ordinariamente) no somos un órgano federado en alguna práctica deportiva que los lleve a competir contra miembros de otras organizaciones, ni a hacerlo de manera profesional como representantes de su ciudad, entidad o país; solamente somos un apoyo en su formación integral. El esfuerzo de ambas partes (de ellos, por mejorar sus condiciones; de nosotros, por compartir lo que sabemos y guiarlos de acuerdo con el método institucional) es completamente voluntario; si alguien encuentra en algún momento que las competencias internas o interinstitucionales bona fide «le quedan chicas», con gusto le servimos de trampolín para que salte la cerca y aterrice en una institución federada, con nuestras bendiciones, orgullo y buenos deseos. No me entretendré aquí a hacer una lista de casos, pero es un hecho que muchos deportistas profesionales encontraron su vocación en nuestras filas.

¿Por qué tiro al blanco? ¿Quieren volver sicario a mi hijo? 

Primero, porque es una de las prácticas obligatorias en los aspectos deportivo y militarizado (disciplinario) de nuestro método; segundo, porque sus características amateur (sancionadas además por la Federación Mexicana de Tiro, en el caso del PDMU), la hacen realmente económica en lo monetario y accesible en lo técnico; tercero, porque corona en un solo ejercicio los esfuerzos encaminados a mejorar la fuerza física y capacidad aeróbica, así como la disciplina, el autocontrol y el estado de alerta.
Sí: la práctica del tiro como ejercicio es un antídoto contra la psicosis y la violencia, igual que cualquier otra arte marcial; no lo digo yo ni la National Rifle Association, sino las milenarias tradiciones del budismo, el bushido, el tao y la caballería tanto europea como árabe, por mencionar las más conocidas. Es más probable que un chico se convierta en sicario o protagonice una balacera en la escuela si sólo conoce las armas por su tío el borrachales, el primo «buchón» o los mal llamados ‘narcocorridos’, quienes le harán creer que la violencia, la muerte y el abuso son la solución a sus problemas de hostigamiento y baja autoestima, y que un arma es la herramienta perfecta para ejecutar su venganza o imponerse sobre los demás.
Si vis pacem para bellum, reza la máxima latina, y es un muy sucinto resumen de los torrentes de tinta que, desde la filosofía, la religión y la ciencia militar, argumentan a favor del correcto y dedicado entrenamiento en el uso de las armas. El aforismo condensa dos conceptos: primero, cuando una persona está capacitada para defenderse, es más difícil que otros puedan o quieran abusar de ella; segundo, en el pensamiento religioso y filosófico que subyace a las culturas donde las artes marciales encuentran su origen, éstas se consideran, además de lo anterior, una técnica de meditación, es decir, un medio para encontrarse a sí mismo, centrarse en su realidad subjetiva y social, y deshacerse del ruido que le impide trascender.
Ambas ideas han sido constatadas empíricamente por miles de personas en millones de ocasiones: desde el niño que deja de ser molestado cuando aprende a bloquear golpes e inmovilizar al contrincante, hasta el tirador que llega a la sesión con la cabeza llena de preocupaciones y deja el blanco como disparo de escopeta.
Cuando el joven entrena (es decir, practica regularmente, con método y disciplina), muy pronto asimila el arma como uno más de sus implementos, igual que los zapatos de correr, la gorra o la botella de agua; conoce los límites, riesgos y reglas de su uso.
En el aspecto formativo, al contrario de lo que ocurre acá afuera, donde descubrimos después de cientos de dianas fallidas que, para mejorar la puntería, es necesario fortalecer el sistema músculo-esquelético, mejorar la oxigenación, dominar los pensamientos y emociones; adoptar una disciplina tanto física como moral; que es necesario investigar y poner a prueba lo aprendido, en las organizaciones juveniles se llega a la práctica del tiro como una manera de ponderar el progreso de los muchachos en todo lo anterior.
No, para nada queremos convertirlos en sicarios, todo lo contrario: les inculcamos respeto a sí mismos, al prójimo y a la vida, deseando desde el fondo de nuestras almas que nunca necesiten emplear lo aprendido para defenderse pero sabiendo que, en caso necesario, lo harán con mesura y asumiendo su responsabilidad; les ofrecemos una técnica que ayude en la formación de su carácter, el dominio y fortalecimiento tanto de mente, cuerpo y emociones como de su alma, y que para efectuarse de manera óptima los obliga a adquirir hábitos saludables de acondicionamiento, comportamiento y pensamiento... Quizá no con el rigor y secretismo con que los monjes shaolín se adiestran en el kung-fu, pero con el mismo fin.

Ahora, las minucias

Nosotros practicamos específicamente el tiro a 10 metros sobre blancos estáticos de papel, con rifle neumático de quebrar, calibre 4.5 mm (.177”), provisto de mira abierta, con diábolos de punta plana (match), de acuerdo con el reglamento vigente de la FEMETI (excepto en lo que corresponde al país de procedencia del arma, sobre lo que no tenemos restricciones).
Lo primero que debe saber el candidato a tirador, es el nombre de las partes del arma y el proyectil, pues toda la instrucción se basa en esos tecnicismos. Lo segundo son las normas de manipulación y seguridad: desde cómo revisar que el arma esté desabastecida al recibirla, cómo asegurarse de entregarla igual, hasta la prohibición de jugar con ella o amagar a alguien o algo distinto del blanco, con la advertencia de que cualquier infracción implica ser expulsado de la práctica, además de los correctivos o sanciones que determine la Sección Militar.
Se continúa con algunas indicaciones generales sobre orden cerrado con armas (para reforzar lo indicado sobre la manipulación correcta), la manera de encarar y apuntar, continuando con una ronda de tiros de fogueo.
La ronda de fogueo permite discriminar entre quienes necesitan practicar la sujeción y puntería, quienes necesitan corregir la postura o accionamiento del arma, y quienes pasarán a prácticas de perfeccionamiento.
Se permite a los tiradores adoptar la postura y respiración que mejor les acomode, dejando que comparen resultados con sus pares, de modo que por sí mismos las corrijan o adapten. Una vez encontrado el límite de su eficiencia, en prácticas posteriores se les dan indicaciones sobre técnicas probadas y, nuevamente, se les permite adoptarlas y adaptarlas, hasta llegar al momento en que el instructor debe intervenir.
Quienes vuelven para la segunda sesión, son informados sobre el mantenimiento que se debe dar al rifle y se les responsabiliza de ello, así como de adquirir sus municiones, como parte de la formación en el aspecto material y para que tomen conciencia sobre la importancia que tiene la calidad de sus materiales de trabajo. Poco o nada se les dice sobre coeficientes balísticos, calidades, pesos o tipos de municiones; posturas efectivas, blancos, tipos de competencias y sus reglamentos etcétera, dejando que se despierte en ellos la curiosidad e investiguen por propia iniciativa.
En el caso de que alguien muestre repetidamente deficiencias disciplinarias, en el control corporal o pereza para investigar, se le remite a las Secciones Militar, Deportiva o Técnica, según el caso, para que adopten las medidas necesarias.
Existen en nuestra institución varios momentos cumbre en que los tiradores miden su progreso y pueden verlo recompensado; si se quiere, simbólicamente: el Campeonato Nacional de Tiro, en Guanajuato; la prueba Penta Completo, en Querétaro, y –durante los Juegos Nacionales– las pruebas Penta Militar y la Penta Deportiva.
Aunque no hay obligación recíproca para ello, puede haber en dichos eventos visores de las federaciones de pentatlón moderno y de tiro, o funcionarios de las instancias gubernamentales que patrocinan dichas prácticas, quienes ofrecen a los jóvenes reclutarlos para representar, ahora sí de manera formal, a su municipio, entidad o país en competencias federadas.

¿Por qué me entretengo en estas «minucias»? Porque nunca falta el paterfamilia desmañanado que se presenta en los campos de instrucción reclamando que vieron a su hijo «con una escopetota», o le salió con que necesita comprar una caja de diábolos («¿qué cosas de ‘diablo’ son ésas que le está pidiendo?»).
No, no usamos escopetas ni alguna otra arma de fuego desde que la Secretaría de la Defensa nos retiró su favor y las cédulas con permiso de portación. Ya se dijo claramente que usamos rifles neumáticos de quebrar, y solamente para tiro al blanco. Si la religión o ideología de alguien le prohíbe usar armas, es mejor consultar con su ministro y decidir en conciencia si al chico se le permitirá participar.
Es importante como padres o familiares llamar a las cosas por su nombre y darles la dimensión justa; si andamos presumiendo por ahí que nuestra criatura es un Tiroloco McGraw o un niño sicario, estaremos preparando el escenario para un desastre monumental; si decimos que está tirando con escopetas o fusiles, el problema no será solamente para la familia sino también para la organización juvenil. De por sí tenemos que explicar constantemente a las autoridades civiles, religiosas y escolares lo que hacemos, el por qué de nuestros uniformes y nuestra ideología; no necesitamos una patrulla militar o policiaca a la puerta del campo de instrucción para explicar qué tipo de armas empleamos.

En resumen...

El tiro al blanco impulsa a los miembros de la organización juvenil a adquirir hábitos de acondicionamiento físico, buena respiración, disciplina y autocontrol; idóneamente, también estimula su curiosidad intelectual y refuerza el principio de autosuperación constante que les inculcamos, así como la sana competencia. En tanto que lo practicamos como un ejercicio, con algunos rasgos de la práctica deportiva o profesional, los jóvenes adquieren familiaridad con el arma, respeto a las reglas de su uso, a los demás y a sí mismos, sustituyendo en sus consciencias los conceptos errados que pueda haberles instilado la cultura delincuencial que inunda los medios masivos y, a veces, hasta las costumbres familiares.
Practicado con disciplina, el tiro al blanco es también una herramienta que les ayuda a controlar sus pensamientos y emociones; fortalece su capacidad de concentración y estado de alerta; les ayuda a aclarar sus ideas y adquirir serenidad, sin los riesgos para su fe que podría conllevar una práctica meditativa importada de otras religiones.
La modalidad de tiro que practicamos, con rifles de quebrar, está debidamente reglamentada y es muy económica, considerando que hay botellas de tequila más caras que algunos rifles (lo difícil es conseguirlos, porque nadie quiere vender el calibre 4.5), y que una caja de 500 diábolos cuesta menos que una comida familiar en cualquier restaurante.
Los riesgos físicos a que pudieran estar expuestos los jóvenes, son mitigados en gran medida por su adiestramiento previo en el mando y la obediencia, la atención constante de los instructores y su sentido de responsabilidad.
Como una de las muchas prácticas deportivas, intelectuales y militarizadas que comprende nuestro método, acercamos a los chicos diversas opciones que les ayudan a definir y seguir su vocación, cultivando sus aptitudes de manera integral en el proceso.

Algunos consejos gratis

Basado únicamente en mi experiencia como tirador e instructor; luego de leer decenas de artículos y probar numerosas posturas, tipos de parque y rifle, me permito ahorrar a los lectores un poco de trabajo; además de que la mayoría de recursos disponibles en Internet no está en español.

  • No compres un rifle de alto poder. Es excelente para cazar conejos pero no para disparar a dianas de papel con diábolos calibre 4.5 y sin punta. Las velocidades supersónicas tan cacareadas en Youtube solamente provocan trayectorias erráticas y cero agrupamiento. Un rifle de potencia media o media-baja (los anuncian como ‘junior’ en Internet) tiene una planta de potencia muy homogénea disparo tras disparo, una trayectoria previsible y, en caso necesario, causará daños moderados a un agresor, siempre que no se le apunte en sitios críticos (que no describiré aquí). Tampoco compres un rifle «para niños», es decir, «blandito de quebrar», que podría no tener la potencia suficiente para hacer perforaciones bien definidas en el blanco.
  • El calibre 4.5 no es para niños. Se trata de un prejuicio muy peligroso, que confunde los pseudorrifles y pistolitas de balines (de ánima lisa) con los verdaderos rifles de quebrada para diábolos (de ánima estriada). Aquí lo importante, además del rayado que aporta dirección al proyectil, es la planta de poder, es decir, lo que vive dentro del cajón de mecanismos: un conjunto de resorte, émbolo y cilindro generalmente diseñados para calibres más grandes, que empujará un proyectil superliviano con la fuerza necesaria para que otro, considerablemente más pesado, cause heridas letales en piezas de caza menor. De ahí que, por razones estrictamente técnicas, yo te desaconseje un rifle de alto poder, pues aportará demasiada fuerza para lo que el proyectil puede manejar. Otra razón para no mirar a este calibre como un juguete, es que el diábolo 4.5 pierde la energía cinética muy pronto, por lo que colocado en el punto correcto/equivocado puede hacer mucho más daño, pero no inmediato, que un calibre mayor disparado por la misma planta de poder. Donde un diábolo 5.5mm (.22") o 6.35 (.25") simplemente golpea el tejido blando y lo atraviesa, o bien golpea un hueso y lo fractura o rebota hacia afuera, nuestro pequeño incomprendido golpea y se enquista, o se desintegra, provocando en el corto y mediano plazo envenenamiento por plomo, así como la migración de esquirlas por el torrente sanguíneo, peritoneal o intersticial, que provocarán daños ulteriores. El calibre 4.5 es considerado ético solamente para cazar animales del tamaño de ratas o palomas cuanto más y, respecto a la autoprotección, el tirador debe ser plenamente consciente de las consecuencias legales que podría acarrearle un tiro en esos puntos correctos/equivocados.
  • Asienta tu rifle nuevo antes de llevarlo a una competencia. Hablando de émbolos y cilindros, al igual que el motor de un automóvil, el cajón de mecanismos de tu rifle recién comprado necesita completar una fase inicial de desgaste para que todas las piezas embonen perfecto y con suavidad. En tanto no hayas completado este asentamiento –como los automóviles–, vibrará, «pateará» y la mira se descalibrará de sesión en sesión; en resumen, tendrá un rendimiento limitado, lo que se traduce en malos agrupamientos y peores puntuaciones. Para comprobar cómo se siente disparar un rifle asentado, pídele a tu instructor o a un colega que te permita hacer una ronda con su «viejo fiel». Cuántos tiros y lubricaciones requiera este proceso, dependerá de la calidad de manufactura, así que no gastes en diábolos de campeonato hasta que lo sientas «suavecito».
  • Tampoco lo lubriques justo antes de competir, ni lo sobrelubriques. Siguiendo con la analogía de los motores, existe un fenómeno llamado ‘dieselificación’ que, de acuerdo con los principios formulados por don Rudolf Diesel, consiste en la deflagración de una sustancia combustible causada por la presión del aire en el cilindro. En tanto que las máquinas de este sistema están diseñadas para soportar y utilizar a su favor las altas presiones y temperaturas, el rifle no, por lo que tendrás un comportamiento muy errático mientras el exceso de aceite es consumido, además de que pueden dañarse las gomas del émbolo y del cierre de la recámara. Es un error de novato sentirse «chido» porque el rifle echa humo y truena como si fuera arma de fuego. 
  • No elijas un rifle sólo porque «se ve perrón». Olvídate de las culatas vaciadas o los rifles que quieren parecer armas de fuego, y más si emulan fusiles automáticos. Las culatas vaciadas provocan que el peso se concentre al frente, dificultando la postura y la puntería, mientras que las imitaciones de armas de asalto compran problemas con los vecinos y la autoridad.
  • Olvídate de la mira telescópica, usa una buena mira abierta. Por potente que sea, tu rifle jamás pegará con fuerza a cien metros o más; no necesitas un telescopio sobre el cañón. Las competencias son a 10 metros, raramente a 20 o 25 y, por reglamento, con mira abierta. Si de fábrica no tiene un alza micrograduable para elevación (vertical) y deriva (horizontal), no salgas de la tienda sin que el vendedor le haya adaptado una y comprobado que funciona bien. Hay por lo menos dos razones para esto: primera, que los rifles no son perfectos y necesitan correcciones diminutas para alinear la mira con el ánima; segunda, cada tirador enfoca diferente, sobre todo si usa lentes para corregir el astigmatismo, y esas aberraciones visuales son compensadas mediante la calibración.
  • Calibra la mira. Improvísate un banco de tiro, compra una caja de diábolos de buena calidad y dedica un par de horas a alinear el alza con tu ojo, el punto y el blanco. Si la mira no deja de «moverse sola» cada tantas rondas, considera la posibilidad de que el rifle todavía no esté asentado o esté dieselificando; peor aún, que el punto o el alza tengan un defecto. Esto último puedes verificarlo a) empujando en varias direcciones los elementos de mira con suavidad; si se mueven, aprieta sus tornillos, así como los que unen el cajón de mecanismos con la caja-culata; es normal que se aflojen con la vibración. b) Si no sientes y oyes un ‘clic’ cuando giras las perillas del alza, significa que no tienen topes, así que se deslizarán constantemente con el uso; tienes la opción de cambiar la pieza o poner pegamento a las roscas, pero cada que recalibres deberás disolverlo. Puede suceder que el ajuste de elevación esté más allá de donde calzan los topes; en este caso, es necesario desmontar el alza y colocar una pieza delgada de material flexible y antiderrapante entre ella y el cañón para aumentar su altura. c) Si oyes el ‘clic’ pero cada tantos disparos la mira se desajusta, revisa si las perillas están rozando con la parte interior del guardamano; de ser así, líjalo o desbástalo hasta que no haya contacto.
  • No dejes que nadie agarre tu rifle y menos que le mueva la mira. Sea el arma asignada por el instructor o la tuya propia, mientras esté bajo tu responsabilidad, no permitas que nadie juegue con ella, o tendrás que recalibrar la mira y darle mantenimiento en cuanto te la devuelvan.
  • Nunca lo quiebres tomándolo del punto de mira. El punto de mira es muy difícil de arreglar una vez que se han dañado los tornillos o barrenos de sujeción. Tómalo siempre del cañón, tanto para quebrar como para cerrar.
  • Abastece el rifle con el cañón apuntando abajo u horizontal. Hacerlo de otro modo provoca que el diábolo salga de la recámara y se tire o deforme.
  • No estrujes el rifle como si fuera un arma de fuego. Si has disparado escopetas o carabinas de fuego central, tenderás a sujetar el rifle neumático previniendo la «patada», apretando el guardamano con la izquierda y la culata con el brazo derecho. Eso demeritará tu agrupamiento. El centro de gravedad del rifle cambia rápidamente de lugar conforme avanza el émbolo por el cilindro, y el arma tiende a moverse hacia adelante mientras se comprime el aire detrás de la recámara, para recular cuando el diábolo comienza a avanzar por el cañón y, por fin, vibrar lateralmente cuando el émbolo golpea el final del cilindro y el resorte produce armónicos; todo esto, antes de que el proyectil haya salido por la boca. Estrujar el rifle solamente transmitirá todo el zangoloteo a tu esqueleto y lo amplificará por el efecto de palanca en los huesos largos. Lo idóneo es equilibrarlo sobre el puño o los dedos de la mano izquierda y descansar la cantonera contra la axila, en tanto que el codo izquierdo transmite el peso a la cadera y la mano derecha se amolda con suavidad a la garganta o la pistoleta, solamente dando apoyo al índice mientras jala el gatillo. Esto disipará en el aire mucho del movimiento, aminorando su efecto sobre la puntería.
  • Sigue el tiro. No parpadees, expulses el aire ni muevas el rifle hasta que veas y oigas al diábolo impactar la diana. No tienes idea cierta del momento en que el proyectil abandona el cañón (a no ser que el rifle tenga tan poca potencia que puedas verlo viajar, y en tal caso es dudoso que alcance el blanco), así que cualquier movimiento adicional a todo lo que ocurre dentro del arma, puede arruinar el disparo.
  • Compra diábolos pesados y de buena calidad; de preferencia usa siempre la misma marca y modelo. No te enseñaré balística aquí, eso te corresponde investigarlo, pero te anticipo que entre más pesado sea el proyectil, será más estable en el aire, y entre más homogénea sea la fabricación, más previsible el comportamiento, evitando «chiriperos» que pegan donde les da la gana y no donde tú apuntas. Particularmente el diábolo match de calibre 4.5, o sea, sin punta que aporte aerodinámica ni una masa digna de consideración, tiene un pésimo comportamiento balístico y es muy susceptible a las corrientes de aire; la única razón por la que existe, es que perfora círculos perfectos en el blanco, y la única manera de compensarlo (una vez asentado el rifle), es usar el mejor y más pesado que puedas comprar. Los diábolos «ratoneros» de la ferretería no son buenos ni para cazar ratones; lo entenderás cuando hayas comprado tu primera caja de buen parque en una tienda especializada y compares la calidad de tus agrupamientos. Es muy probable que debas recalibrar la mira si cambias de marca o modelo; sobre todo si participas en una competencia a mayor distancia con diábolos de domo o empleas diferentes formas de punta para cacería o protección.
  • Es preferible ahorrar para un segundo rifle de mayor potencia y calibre. Si emplearás el rifle también para cacería o protección, es más conveniente que reserves el de quebrada con potencia media y calibre 4.5 solamente para tiro al blanco, y que adquieras uno con mayor poder de pegada para lo demás; será más efectivo y tendrás menos engorro recalibrando la mira. Incluso es recomendable que le inviertas un poco de dinero optando por un sistema PCP y cargador para varios diábolos; te facilitará mucho las cosas cuando persigas una liebre (aquí sí es recomendable la mira telescópica, y que sepas usarla), te ataque un perro bravo o se meta un ladrón a tu casa. Ten en cuenta que el comportamiento del rifle PCP será muy diferente, más parecido al de un arma de fuego, y también la balística del proyectil, según aumente el calibre.
  • Entrena con dianas pequeñas. El blanco oficial de la FEMETI para tiro con rifle de quebrar, es gigantesco. Si te acostumbras a meter seises o sietes en él, tus nueves o dieces serán la excepción, y tus agrupamientos difícilmente mejorarán.
  • Nunca compartas tus estrategias de entrenamiento. Fuera del instructor o entrenador, así como tus compañeros de práctica o los jueces de una competencia (si es que te preguntan), nadie debe saber con qué tipo de blanco entrenas, tus puntuaciones, rutina, modelo de diábolo o rifle; mucho menos debe enterarse un posible contrincante. Evita la tentación de publicar tus agrupamientos en Instagram a no ser que sean pésimos, sobre el blanco reglamentario, y lo hagas para despistar.
  • Compra un buen estuche o funda... En serio. El acero empleado en la fabricación de rifles es muy susceptible al óxido, y si la caja es de madera, con mayor razón debes protegerlo de la humedad. Las gomas empleadas en los sellos herméticos se degradan con el calor, y la mira que tanto trabajo te ha costado calibrar, también merece que la protejas de golpes o movimientos accidentales. Si el estuche o funda que adquieras para proteger tu rifle tiene argollas para candado, dales uso, por lo que explico en el siguiente punto.
  • Cerciórate de siempre guardar el rifle descargado y con el seguro puesto. Primero, porque si lo dejas cargado arruinarás el resorte del émbolo, en tanto que la uña que asegura el tope de éste contra el gatillo podría vencerse y provocar un disparo involuntario. Segundo, porque según decía mi abuela, «los tontos juegan con las armas y el diablo las dispara». Haz lo posible por cerrar la funda o estuche con candado como una precaución adicional, sobre todo si hay niños, borrachos o «buchones» alrededor. Si también lo empleas para autoprotección, deja un diábolo en la recámara, pero nunca lo guardes cargado.
  • No hagas caso de las burlas. Sea por tu uniforme, por tus valores o tus hábitos, debes estar acostumbrado ya a ignorar las burlas del tío sabelotodo, el vecino progre y tus pares que van en piyama a comprar menudo pa’ la cruda cuando tú ya llevas una hora haciendo ejercicio. Lo mismo aplica para tu postura de tiro, tu manera de encarar, apuntar y disparar: si funciona, que te valgan los comentarios de los demás. Descubrirás por ensayo y error que la postura forzada y ridícula de los tiradores olímpicos sí funciona, y harás por adaptarla a tus necesidades. Tener una mala postura solamente por evitar burlas, te cobrará en la calidad de tu puntería y agrupamiento.
  • Que tu rifle sea barato, no significa que sea una baratija; cuídalo. La razón por la que tu rifle hecho en un Mordor del tercer mundo y el de tu contrincante en la última competencia se ven idénticos, pero el suyo costó tres o cuatro veces más, es que, en realidad, fueron hechos en serie y en masa en la misma fábrica; si tu contrincante y tú se dan a  la tarea de separar la caja-culata del cajón de mecanismos, indistintamente de la marca estampada sobre la recámara (cosa que de cualquier manera debes hacer de tiempo en tiempo para limpiarlo como es debido), verán por dentro el mismo «Hecho en Mordor» o Made in China; con mala suerte, alguno de ustedes dos encontrará una nota de auxilio en élfico oscuro o en chin-glish denunciando las condiciones de esclavitud en que viven los orcos bajo Saruman, o los obreros bajo el régimen de su país. Los rifles de calibre 4.5 son baratos porque: a) nadie los quiere comprar, simple ley de oferta y demanda; b) nadie, entre los distribuidores y minoristas, quiere perderse la venta del único rifle 4.5 que típicamente es solicitado cada temporada, y mientras tanto esa mercancía pesa en sus inventarios; c) los fabricantes saben lo anterior y hacen a sus esclavos colocar un ánima 4.5 cada tantas piezas... Reparar uno de estos rifles puede costar tanto como comprarlo nuevo, pues contra la fabricación masiva, semirrobotizada y con mano de obra subcalificada y peor pagada, en el taller te las verás con un artesano o un técnico certificado, quien muy seguramente deberá maquinar o encargar piezas a la medida, y trata cada trabajo como caso único. De ahí que:
  • Nunca dispares sin diábolo. El sistema consiste en un émbolo de goma impulsado por un resorte de acero; el émbolo comprime el aire contra el diábolo, haciendo que se desacelere hacia el final del recorrido debido al «colchón» formado, hasta que la presión impulsa al proyectil. Si disparas sin diábolo, el émbolo golpeará con toda la fuerza del resorte contra el final del cilindro, arruinando el sello hermético... Y que:
  • No juegues con el rifle ni lo golpees; nunca lo acuestes en el suelo. Es muy común cuando tienes un rifle en las manos por primera vez, que te dé por sentirte Rambo y hagas estupideces, como apuntar a alguien sin asegurarte que esté desabastecido. También, que en las primeras prácticas de tiro te frustres y lo golpees o avientes; que en la práctica de orden cerrado con armas golpees el suelo con la cantonera o, en el orden disperso, que lo arrastres en el pecho a tierra o lo avientes por delante de ti para cruzar un obstáculo. A todo eso, un ‘no’ absoluto. Cualquier golpe es susceptible de descalibrar la mira o dañar el cajón de mecanismos, en tanto que el contacto con el suelo expone el cajón y el ánima a la humedad y la tierra... Y, sobre todo:
  • Lee el #·$%=;/ manual, sobre todo la parte del mantenimiento, y aplícalo. Sí, somos mexicanos y tenemos el horrible vicio de no leer los manuales, ni de darle mantenimiento a las cosas hasta que se descomponen. Pero eres un mexicano diferente, estás en una organización juvenil porque quieres ser una persona de capacidades superiores. Por lo tanto, debes tener ya el hábito de la lectura (aspecto intelectual) y de cuidar tus cosas (aspecto material). Ergo, lee el manual y síguelo puntualmente. Si el rifle es propiedad de la organización, tu instructor te indicará lo que debes hacer.


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