20100423

Qué daño hace la falsa modestia


Ahora resulta que no valen nada 17 años de experiencia como corrector-redactor (porque, lo sabemos: ¿qué corrector que se respete deja de reescribir una entrada, cuando no toda una nota, o un libro, que da igual?); diez años como editor, ocho de ellos especializándose en un tema; otros diez años de experiencia en estrategias comunicativas, más la carrera universitaria en lengua y literatura hispánicas.

Y no he mencionado la especialización práctica en diseño editorial, la preprensa digital, la práctica en traducción; una novela que mereció subvención del gobierno, un poemario en edición de autor; haber «vendido» un nuevo sistema gubernamental de presupuestación a la opinión pública; mantener una columna periodística por cuatro años y haber puesto en boca de un gobernador el único discurso memorable de su gestión; coeditar la Memoria gráfica del 48º Congreso Eucarístico Internacional, luego de haber corregido y diagramado la mayoría de los materiales impresos para este evento, (algo así como 20 libros) a la par que incontables ediciones del Semanario Arquidiocesano.
¿Dije ya algo sobre la experiencia en fotografía? ¿En actuación, guionismo y locución? ¿La docencia de materias humanísticas durante tres años? ¿La especialización en lenguas buscada durante los estudios universitarios? ¿Los títulos editados para la Agencia Creator, entre documentos del Magisterio eclesial y obras variopintas de sacerdotes, monjas y laicos promotores de treinta devociones?  ¿El taller de edición de textos litúrgicos impartido cada año?
Ah, no, pero como «la cosa está difícil», y más porque ya pasó uno la barrera de los 32, ahí va uno a buscarla de copy, o sea, de simple «corre-dactor», a cambio de «una feria» que apenas ajusta «pa salir del hoyo», enseñando nomás la primera hoja del curriculum –porque luego salen conque uno está «sobrecalificado»–, y a la hora que quiere uno hacer las cosas bien, la reacción es: «¿Con qué autoridad hablas | le cambias a mis textos | le mueves al guión | me volteas a ver, si nomás eres un... corrector
La falsa modestia es una forma de suicidio profesional. Yo lo cometí.


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