20250623

«Escuela de carácter»: ¿qué es eso?

Los Fundadores del PDMU definieron su iniciativa desde el mero inicio, en 1938, como una «escuela del carácter». Por su parte, mi Gral. Robert Baden-Powell definió el movimiento por él fundado, treinta años antes de eso, como «un camino para desarrollar el carácter». ¿Qué tiene esa palabreja, que merece estar en los cimientos de las dos organizaciones juveniles en activo más antiguas del mundo?


A Dahlia, PS, en la recepción de su Insignia Terminal.
A la Unidad Tte. Gonzalo Hidalgo del PDMU, ZII.


...Las dos organizaciones no confesionales y no partidistas, antes de que alguien venga a parar el índice mentando a la YMCA o la ACJ, que son superrespetables, pero confesionales. 
Tampoco es por molestar a tirios ni a troyanos, pero tanto el Manual de Conocimientos Mínimos del Pentathlón (mexicanista) como la definición de B-P (internacionalista) continúan con «y de formación ciudadana» / «y la buena ciudadanía». Dejo esta parte para otra ocasión porque, para ser ciudadano, primero se debe adquirir el carácter de tal, es decir, la «condición dada a alguien o a algo por la dignidad que sustenta o la función que desempeña», como dice la máxima autoridad hispánica en su Diccionario.

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¿Y qué significa ‘carácter’, pues? Además de lo citado arriba, la Real Academia Española dice: «Conjunto de cualidades o circunstancias propias de una cosa, de una persona o de una colectividad, que las distingue, por su modo de ser u obrar».
¿Qué te distingue, pentathleta? ¿Qué te distingue, esculta?
¿El uniforme? ¿la Ley que dices haber jurado aunque quizá ni la comprendas aún? ¿Que asistes a un horario de prácticas mientras los demás se quedan en casa viendo la tele o en videojuegos, o se están a pie de banqueta «deteniendo el poste» con los compas? ¿Desde dónde es manifestación de tu ‘modo de ser’ (esencia) y hasta dónde se queda en mero ‘modo de obrar’ (existencia)?
Empecemos por el tema de ‘asistir’. ¿Amaneció más nublado de lo normal? ¿Más soleado? ¿Más frío o más cálido? ¿Más lluvioso o más seco? ¿Te abdujeron los aliens o te «plantaron» los amiguis que iban a pasar por ti? ¿Te desvelaste en la fiesta de quinceañera o de boda? ¿Cuál es tu pretexto para haber faltado hoy? Ten en cuenta (sobre todo tú, mamá, papá, tutor) que, así como hoy te permitiste/permitieron faltar a la «escuela del carácter», así te darás permiso de faltar a la «escuela de verdad», a tu comunidad religiosa, a tu trabajo, a tus obligaciones familiares. ¿A dónde te llevará esa actitud? Padre, madre o tutor: ¿es eso lo que deseas para la vida adulta de tus criaturas? ¿Es ese camino el que las llevará a una «vida victoriosa» (Ideario PDMU, 27)?
Mira alrededor: ¿ves esa/e chica/o neurodivergente o discapacitada/o que nunca falta a sus compromisos? ¿Ves a esa/e compañera/o sin automóvil familiar que siempre llega a sus citas con puntualidad militar? ¿Al que no ha fallado desde la categoría Infantil hasta la Libre (o de Castores al egreso del Clan)? ¿Del kindergarten al posgrado? Pues bien, ahí comienza la manifestación del carácter. 
Ahí comienza, digo bien claro; no termina en la mera asistencia.
El «juego de la vida», como se definen por defecto las escuelas de fin de semana, es un ejercicio ritual donde ensayamos, dentro de un ambiente contenido y supervisado, lo que exigirá de nuestros chicos «la vida» adulta. ¿El uniforme de la escuela o el código de vestimenta laboral? ¿Las vestimentas litúrgicas de su comunidad religiosa? ¿La manera de presentarse en las diversas situaciones sociales, o sea, las reglas de etiqueta? Todo eso comienza o se refuerza con nuestras disposiciones institucionales sobre la uniformidad y el comportamiento (hasta el Reglamento de Deberes Militares hace eco de ello, punta a punta, y ¿qué hay más pragmático que el Ejército?).
Otro «siguiente paso» en el tema del carácter es la palabra empeñada; no solamente en el compromiso de asistir a tal y cual evento, con puntualidad, portando tal o cual atuendo, para desempeñar tal o cual función, actuando de tal u otra manera. Hablo de la palabra empeñada de manera íntima, sin presión o testimonio público, para el resto de la vida: ¿voto de matrimonio? ¿Juramento militar? ¿Voto religioso? ¿Juramento universitario? ¿Quién vendrá a exigirte fidelidad a esa palabra sino tu cónyuge, tus padres o tú misma/o? Pues nadie, pero si faltas a esa palabra, ¿cuántas vidas se despeñarán junto con la tuya?
«El carácter no lo forjes eludiendo los obstáculos, sino venciéndolos» (Ideario PDMU, 12): ¿el clima? ¿La distancia? ¿Los medios? ¿Los haberes o los teneres? Yo vi un chico llegar al desfile del Dieciséis con el uniforme cosido a mano por su madre, con todo y fuelles en las bolsas de la camisola y quiebre fingido en las perneras el pantalón; por poco troquelan a cincelazo limpio la insignia en la hebilla del cinto. He visto escultas y militarizados llegar al servicio con las botas enrolladas en cinta de embalaje porque los cierra-fácil reventaron al uniformarse, justo antes de salir de casa. Pero llegaron y cumplieron: manifestaron la «fuerza y elevación de ánimo... firmeza, energía» (RAE, otra vez) que aquí se viene a cultivar.
La única disculpa que puedes (podemos) permitir, sin detrimento del carácter, es: «los deberes se cumplen en el oden que llegan a tu vida». Si por cumplir un compromiso familiar (temas de salud, legales u obligación filial, no banalidades como la carnita asada semanal que siempre termina en pleito de borrachos) debes ausentarte de la iglesia, la escuela, el trabajo o la organización juvenil (en ese orden), ni modo, pero ten la decencia (el «carácter») de avisar a quienes esperan en esas instancias que lleves o hagas algo a lo que te habías comprometido. Esto dicho, nunca pongas a la Organización como pretexto para faltar a obligaciones de oden superior.
Sentarse a llorar porque «no se pudo» es hasta legítimo cuando todas las puertas se te han cerrado en la cara, sin dejar al menos una ventana para mirar al otro lado. Pero ¿estás segura/o de que ya empujaste todas las puertas y ventanas? 
Aquí vienes a aprender a hacer lo correcto, no lo más fácil. Vienes a aprender que «lo imposible nos tomará un ratito, lo posible delo por hecho». Ése es el carácter que tu Patria, que la Humanidad, necesitan.


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