20120227

El cuchillo de campo (i): qué es y para qué sirve


Difícilmente encontraremos una herramienta tan útil y fuerte como ésta; sin embargo, es más difícil aún encontrar una que satisfaga nuestras expectativas: eso es lo que le da su valor, no la marca o el precio. Cada usuario debe experimentar por sí mismo y, cuando encuentre el cuchillo perfecto, cuidarlo para que no «cambie de dueño» y dé servicio óptimo durante toda la vida. Ofrecemos algunas guías que faciliten su búsqueda y conservación.

1. ¿De qué estamos hablando?
El cuchillo, particularmente el de campo, consiste en una hoja por lo general de hierro o acero, con un lado adelgazado hasta volverse cortante llamado ‘filo’, al que se opone un lado ordinariamente obtuso y recto, el ‘lomo’, que en los modelos Bowie termina en un adelgazamiento de forma cóncava (‘contrafilo’) y, en los cuchillos de caza para desollar, en un gancho de lados romos.
La hoja termina en una ‘punta’ más o menos aguda, según el propósito del cuchillo, y en el lado opuesto tiene una ‘base’ roma que se puede sujetar sin lastimarse al menos con el índice, para maniobras que requieren destreza. Sobre la base suele grabarse el nombre de su fabricante y país de origen, de un lado, y del otro, la clase de metal en que se fabricó.
Después de la base frecuentemente hay una pieza más gruesa que la hoja, llamada ‘guarda’;  en el caso del cuchillo de campo se procura que sobresalga al menos por el lado del filo, para proteger (‘guardar’) lo dedos de un mal golpe, y llamada ‘cruceta’ cuando también sobresale por el lado del lomo. Su propósito es evitar que se entierre todo el cuchillo al dar una estocada sobre alguna superficie blanda, dejando la empuñadura libre para extraerlo, además de evitar que los dedos del usuario resbalen sobre el filo cuando se estoquea una superficie dura.
Luego de la guarda, la hoja se prolonga en una pieza roma por los dos lados, la ‘espiga’, que puede ser corta y estar remachada, atornillada o insertada a presión en un mango posiblemente hueco, o bien continuar a todo lo largo de la ‘empuñadura’, que es la pieza por donde ordinariamente se sujeta la herramienta con una mano.
La empuñadura consiste en un ‘mango’ que recubre la espiga, o dos ‘cachas’ adosadas a ésta. La empuñadura puede tener un ojillo cerca del extremo para pasar un cordón que servirá de ‘fiador’, ajustándolo a la muñeca para evitar que el cuchillo se suelte de la mano en un golpe violento.
Por último, algunos cuchillos continúan la empuñadura en una pieza de metal macizo que afianza la guarda, el mango y la espiga sólidamente, o bien una extensión desnuda de la espiga. Este ‘remate’ es útil para martillar o para romper ventanas en maniobras de rescate.

2. ¿Para qué lo quiero?
La forma general de la hoja, su extensión y anchura; el grosor del lomo, el tipo de espiga y, por ende, el peso de la herramienta, no deben depender de la estética, la propaganda o buenos consejos, sino del uso que se piensa darle y la experimentación directa del usuario: rematar, desollar o destazar piezas de caza o pesca; preparar alimentos, leñar, abrir trocha, combate cuerpo a cuerpo... En caso de requerir un cuchillo realmente especializado, lo mejor será consultar a varios veteranos en esa actividad y experimentar sobre sus consejos.
Si lo que se quiere es una herramienta versátil que se desempeñe «bien a secas» en la mayoría de los escenarios, conviene buscar una hoja con un solo filo de largo efectivo entre 12 y 25 cm (según la talla del usuario); la punta no muy aguda ni tampoco redondeada; el lomo de espesor similar al de un machete fabricado en serie y con metal de la misma tenacidad que éste (los aceros endurecidos de «alta tecnología» –muy rígidos– y el hierro dulce –muy blando– son poco recomendables). Estas características aseguran buena resistencia al quiebre en caso de golpear el cuchillo y una satisfactoria retención del filo. Por tratarse de una herramienta de uso rudo, el ancho de la hoja en la base debe ser al menos de 2.5 cm, teniendo en cuenta que a más espesor y anchura, se llevará más peso sobre el cuerpo.
La empuñadura debe ser cómoda, suficientemente gruesa para que no se entierre uno sus propias uñas al sujetarla con vigor, ni tanto que se deban forzar los dedos para mantener el agarre; con cachas o mango antiderrapantes o al menos con un fiador (cordel) que se ciña a la muñeca. Suficientemente larga para contener todos los dedos del usuario, tampoco debe sobresalir de la mano más de 2.5 cm (incluido el remate), pues estorbará al manipularla. Conviene que tenga guarda o  cruceta, pues en el uso rudo es frecuente que los dedos resbalen sobre el filo al dar una estocada o resulten golpeados en un mal tajo. Asimismo, sería útil que tenga un engrosamiento en el remate, que ayude a mantener el agarre en caso que la hoja se trabe al estoquear alguna superficie.
Otro punto esencial es el balance. Al contrario del machete o el hacha, donde se requiere un gran «momento» acumulado (energía en forma de velocidad inercial) sobre el extremo de la palanca que conforman el brazo y la herramienta, el cuchillo es una extensión de la mano. Un exceso de peso en la punta fatigará pronto la muñeca, el brazo, el hombro y la espalda; en tanto que un desbalance a favor de la empuñadura, insinúa que la hoja es demasiado delgada, angosta, corta o blanda, produciendo a la postre no sólo fatiga, sino también frustración. Lo ideal es que, quitando la funda / vaina y el fiador, al acostarlo sobre el dedo índice, el cuchillo se balancee sobre la  guarda.
Un cuchillo que sirva para leñar o abrir trocha (machetear) debe ser necesariamente más grueso, ancho y largo que uno versátil, con una espiga ancha y corrida hasta el remate de la empuñadura; por tanto, sensiblemente pesado y más propenso al quiebre, lo que suele mejorarse con una «vena de vaciado», es decir, un adelgazamiento a lo largo de la hoja cerca del lomo, que la aligera y otorga alguna resiliencia. Incluso, la vena puede estar resacada del todo o consistir en resaques ornamentales («esqueleto», «calaveras» o «fenestrado»). Éste es un cuchillo fatigoso de cargar e impráctico para faenas que exigen destreza, como el tallado de utensilios, la preparación de alimentos, maniobras de rescate, destazar o desollar presas. De acuerdo con la actividad al aire libre que realizaremos, evaluemos si es más práctico llevar una sola herramienta de peso notable, o bien un cuchillo liviano en la pierna (ya hablaremos de las herramientas de apoyo) y un machete corto (50-60 cm) enfundado sobre la espalda.
Por el contrario, una herramienta práctica para cocinar o destazar puede arruinarse si se usa para machetear o hacer leña (lo que puede subsanarse si tiene una sierra en el lomo), pero es sumamente ligera; en tanto que un arma de combate, tipo puñal o bayoneta, puede ser incómoda para cocinar e impráctica para machetear, por la longitud de la hoja, tipo de filo y el tamaño de la cruceta.



En la siguiente entrega: cómo elegir una buena herramienta de «trabajo pesado».


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