Difícilmente encontraremos una herramienta tan útil y fuerte como ésta; sin embargo, es más difícil aún encontrar una que satisfaga nuestras expectativas: eso es lo que le da su valor, no la marca o el precio. Cada usuario debe experimentar por sí mismo y, cuando encuentre el cuchillo perfecto, cuidarlo para que no «cambie de dueño» y dé servicio óptimo durante toda la vida. Ofrecemos algunas guías que faciliten su búsqueda y conservación.
1. ¿De qué estamos hablando?
El cuchillo, particularmente el de campo, consiste en una hoja por lo general de hierro o acero, con un lado adelgazado hasta volverse cortante llamado ‘filo’, al que se opone un lado ordinariamente obtuso y recto, el ‘lomo’,
que en los modelos Bowie termina en un adelgazamiento de forma cóncava (‘contrafilo’) y, en los cuchillos de caza para desollar, en un gancho de lados romos.
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La hoja termina en una ‘punta’ más o menos aguda, según el propósito del cuchillo, y en el lado opuesto tiene una ‘base’ roma que se puede sujetar sin lastimarse al menos con el índice, para maniobras que requieren destreza. Sobre la base suele grabarse el nombre de su fabricante y país de origen, de un lado, y del otro, la clase de metal en que se fabricó.
Después de la base frecuentemente hay una pieza más gruesa que la hoja, llamada ‘guarda’; en el caso del cuchillo de campo se procura que sobresalga al menos por el lado del filo, para proteger (‘guardar’) lo dedos de un mal golpe, y llamada ‘cruceta’ cuando también sobresale por el lado del lomo. Su propósito es evitar que se entierre todo el cuchillo al dar una estocada sobre alguna superficie blanda, dejando la empuñadura libre para extraerlo, además de evitar que los dedos del usuario resbalen sobre el filo cuando se estoquea una superficie dura.
Luego de la guarda, la hoja se prolonga en una pieza roma por los dos lados, la ‘espiga’, que puede ser corta y estar remachada, atornillada o insertada a presión en un mango posiblemente hueco, o bien continuar a todo lo largo de la ‘empuñadura’, que es la pieza por donde ordinariamente se sujeta la herramienta con una mano.
La empuñadura consiste en un ‘mango’ que recubre la espiga, o dos ‘cachas’ adosadas a ésta. La empuñadura puede tener un ojillo cerca del extremo para pasar un cordón que servirá de ‘fiador’, ajustándolo a la muñeca para evitar que el cuchillo se suelte de la mano en un golpe violento.
Por último, algunos cuchillos continúan la empuñadura en una pieza de metal macizo que afianza la guarda, el mango y la espiga sólidamente, o bien una extensión desnuda de la espiga. Este ‘remate’ es útil para martillar o para romper ventanas en maniobras de rescate.
Si lo que se quiere es una herramienta versátil que se desempeñe «bien a secas» en la mayoría de los escenarios, conviene buscar una hoja con un solo filo de largo efectivo entre 12 y 25 cm (según la talla del usuario); la punta no muy aguda ni tampoco redondeada; el lomo de espesor similar al de un machete fabricado en serie y con metal de la misma tenacidad que éste (los aceros endurecidos de «alta tecnología» –muy rígidos– y el hierro dulce –muy blando– son poco recomendables). Estas características aseguran buena resistencia al quiebre en caso de golpear el cuchillo y una satisfactoria retención del filo. Por tratarse de una herramienta de uso rudo, el ancho de la hoja en la base debe ser al menos de 2.5 cm, teniendo en cuenta que a más espesor y anchura, se llevará más peso sobre el cuerpo.
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Otro punto esencial es el balance. Al contrario del machete o el hacha, donde se requiere un gran «momento» acumulado (energía en forma de velocidad inercial) sobre el extremo de la palanca que conforman el brazo y la herramienta, el cuchillo es una extensión de la mano. Un exceso de peso en la punta fatigará pronto la muñeca, el brazo, el hombro y la espalda; en tanto que un desbalance a favor de la empuñadura, insinúa que la hoja es demasiado delgada, angosta, corta o blanda, produciendo a la postre no sólo fatiga, sino también frustración. Lo ideal es que, quitando la funda / vaina y el fiador, al acostarlo sobre el dedo índice, el cuchillo se balancee sobre la guarda.
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Por el contrario, una herramienta práctica para cocinar o destazar puede arruinarse si se usa para machetear o hacer leña (lo que puede subsanarse si tiene una sierra en el lomo), pero es sumamente ligera; en tanto que un arma de combate, tipo puñal o bayoneta, puede ser incómoda para cocinar e impráctica para machetear, por la longitud de la hoja, tipo de filo y el tamaño de la cruceta.
En la siguiente entrega: cómo elegir una buena herramienta de «trabajo pesado».
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